viernes, 13 de diciembre de 2013

' LA ESTAFADEMOCRACIA, A LA QUE LOS BORREGOS VAN A VOTAR CADA CUATRO AÑOS ' Y LA CONSTITUCION QUE LOS POLITICOS SE HICIERON PARA ELLOS COMO UN TRAJE A MEDIDA

Democracia bicolor
Josep María Francás
  • Esto es España y al procedimiento, a este mamoneo de tres en uno, ellos pomposamente le llaman democracia.
    Imaginen un país organizado del siguiente modo: dos grandes tinglados, uno rojo y uno azul por identificarlos de alguna manera, con una organización jerárquica piramidal y que llegan hasta los sitios más recónditos de este Estado. Organizativa y funcionalmente ambos son muy parecidos, así les va francamente bien, aunque con sutiles diferencias. La organización azul -la roja es lo mismo- está dirigida por una cúpula nacional que, cada cierto tiempo y más o menos cuando les interesa, convoca a sus dirigentes regionales, congresos de partido, para elegir a un superjefe. Este, para no dejar nada al azar, se presenta arropado con un conjunto de vocales ayudantes que constituirán su ejecutiva y juntos, el manda y ellos ejecutan, llevarán las riendas de la organización hasta el siguiente cónclave congresual para hacer más de lo mismo. Una vez elegido el mandamás, este, echando mano de su ejecutiva, tiene la potestad de maniobrar para ir moldeando a las organizaciones regionales -y estas a las estructuras locales- a su imagen y semejanza. Así, removerá todos los cargos adecuándolos a su conveniencia dado que, al cabo del tiempo, ellos serán los responsables de, volviéndolo a votar, mantenerlo en el puesto. Fácil es concluir que cuanto más cerca esté uno del gerifalte, más obediencia le profese y menos problemas le dé, más opciones tienen de eternizarse en cómodo y deseado puesto.
    Pero aún hay más, controlada la organización -ya sea la azul o la roja-, el superlíder, influye y tiene la última palabra en elegir y presentar, para su ulterior votación pública, a todos los representantes de su organización política con derecho a ser escogidos, como representantes del pueblo, en el órgano supremo legislativo (Poder legislativo), las Cortes Generales. Una vez elegidos estos representantes por sufragio universal, siempre bajo una ley que favorece descaradamente el bipartidismo y por tanto la perpetuación de la alternancia azul y roja, escogen entre todos ellos, azules y rojos y alguno más que por despiste se le haya colado, a uno de los dos jefes, el que más representantes tenga, para que, según su saber y entender, ejerza como presidente y forme bajo su única responsabilidad el Gobierno del país del que estamos hablando (Poder ejecutivo).
    En simultáneo, y para que no se les escape nada, el jefe de cada uno de los partidos decide y escoge, de acuerdo con el otro jefe, a quién debe dirigir y a quienes deben componer el órgano de dirección de los jueces (Poder judicial), que al mismo tiempo preside el tribunal más importante del país analizado y que, casualmente, es el único que puede juzgarles a ellos.
    La otra opción distinta posible, ya se encargan ellos de que así sea, es que tenga más votos el rojo y sea él el elegido para hacer tres cuartos de lo mismo. Esto es España y al procedimiento, a este mamoneo de tres en uno, ellos pomposamente le llaman democracia.

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 FUENTE:http://www.intereconomia.com/columna/democracia-bicolor


  • La Constitución del 78 ha hecho posible que el oficio más rentable sea el de político.
    Hace cuarenta años, cuando el régimen de Franco daba sus últimas boqueadas, nadie sabía a ciencia cierta qué suerte deparaba el futuro. Los capitostes, muchos, casi todos, se ponían en fila para estar bien colocados ante el hecho biológico, que es como se dio en llamar entonces a que el centinela de Occidente estirase la pata. El franquismo era muy de verbo inflamado. Ahí tenemos los primeros textos de Haro Tecglen, transidos de patriotismo sublimado y espiritualidad cursi, o las canciones de Víctor Manuel, que iban de lo mismo pero con regustillo a película de frailes. Hoy las cosas no han cambiado tanto. Todos, o casi, saben que se va acabando lo que se daba, que en el régimen del 78 empieza a no creer nadie y, claro, hay que colocarse de nuevo para seguir viviendo del cuento. Las celebraciones de la semana pasada en torno al día de la Constitución fueron quizá las más frías y distantes desde que se conmemora este aniversario.
    Lo cierto es que nuestra Constitución no es muy vieja, tiene sólo 35 años a sus espaldas, que es nada frente a los 224 que lleva la norteamericana en vigor. Hay diferencias que explican la longevidad de la segunda y el malvivir de la primera. La más visible es la longitud. A los yanquis les ha ido de maravilla con sólo siete artículos que luego han ido actualizando con 27 enmiendas. A los padres de nuestra Carta Magna les hicieron falta 169 artículos más preámbulo, final y un puñado de disposiciones adicionales, transitorias y la derogatoria de todo lo anterior.
    Con cinco o seis artículos creo que bastaría. Con fijar la forma de Estado, establecer de manera nítida la división de poderes y dejar bien claro que la propiedad es sagrada y que en el país prevalece la libertad de mercado y de expresión sería suficiente. Con eso se pondría coto efectivo a la tiranía, pero no, aquí se juntaron cuatro enredas en el Parador de Gredos a fumarse cartones y cartones de Ducados para atizarnos un documento de supuesto consenso que ha funcionado sí, pero sólo porque la Constitución era una suerte de llave en mano para que ellos mismos, los políticos, perpetuasen su dominio. Así ha sucedido. La Constitución del 78 ha hecho posible que el oficio más rentable sea el de político. Hoy nos quejamos de que así sea, pero con esa Constitución y todo lo que vino después no quedaba otra opción.
    Pero la diferencia fundamental entre la Constitución norteamericana y la nuestra no es la extensión, sino el espíritu que habita en sus páginas. La nuestra es la propia de un pueblo servil habituado a que el poderoso siga siéndolo, es una carta otorgada que concede graciosamente una serie de libertades a los súbditos. La de EE UU es todo lo contrario, es un valladar frente al poder político impuesto desde abajo. Los padres fundadores desconfiaban del politiqueo, sabían que era malo por naturaleza y que de él sólo podía esperarse violencia y servidumbre. Los del Parador de Gredos eran oligarcas del BOE dispuestos a seguir enchufados a sus salvíficas disposiciones. Normal que allí la respeten y aquí la ignoremos. No podía esperarse menos.

             
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    FUENTE: http://www.intereconomia.com/columna/receso-constitucional

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