El Independiente
JOSÉ LUIS Trasobares 18/10/2012Los ricos no quieren compartir nada con los pobres... salvo su dinero (el de los pobres, por supuesto, el único que está disponible). Sí, porque un ciudadano occidental cualquiera, por muy jodido y acabado que esté, siempre tendrá algo que ofrecer si se le aprieta un poco: el piso, el sueldo, el subsidio de paro, el futuro de sus hijos, la pensión de viudedad de su madre, la caña de los domingos, el oro de las alianzas matrimoniales... Por eso la relación no se corta. El que está arriba (pero muy, muy arriba) intenta independizarse de los de abajo, y para ello exige pagar menos impuestos (o ninguno, si puede ser), se inhibe de toda actitud solidaria (como mucho algún conveniente gesto caritativo) y proclama que él no tiene por qué echarse a la chepa las desgracias y las carencias ajenas. Ahora bien, la ruptura no puede ser total, pues entre arriba y abajo se da un intercambio imprescindible: trabajo, consumo, atenciones, admiración, dominio, sexo... ¡dinero!
Por supuesto esa tendencia a separarse de los menos afortunados se da en todas las direcciones. Afecta a los individuos y a los pueblos. El deseo de preservar e incrementar lo propio sin compartirlo es una (asquerosa) pulsión individual, pero también colectiva. Mucho más en tiempos de crisis económica, cuando el egoísmo alcanza categoría de virtud social. ¿Qué mejor argumento ante la que está cayendo que alzar las banderas (de la ideología, de la patria, del hecho diferencial, de los viejos y nuevos agravios...) y rechazar cualquier empatía con aquellos que no son de los nuestros?
En Cataluña o en el País Vasco el pobre indeseable puede ser andaluz o extremeño (español, en suma). En Alemania, el intocable es español o italiano. La desintegración por la vía del nacionalismo promete básicamente separar al industrioso y acomodado del vago y manirroto. Hasta cierto punto, naturalmente. Porque la patria es la patria, pero la pasta es la pasta. En consecuencia, Mas se contradice, Urkullu vende un independentismo moderado y Merkel se da tiempo (y oxigena electoralmente al Rajoy) para exprimir al Sur europeo con fruición.
JOSÉ LUIS Trasobares 19/10/2012
No se alteren por el artículo de ayer y déjenme acabar el argumento. Las relaciones económicas componen un extraño laberinto en el que no es tan fácil determinar quién depende de quién. Eso sin considerar el bombardeo de mentiras y medias verdades que padecemos a diario. No había más que ver el martes, en las Cortes, al bueno de Aliaga explicando (o así) las cuentas de Motorland. Qué risión.
Vuelvo al tema. La vertebración de España y la vertebración de Europa exigen solidaridad y respeto mutuo. Si no, estamos jodidos. Todos: españoles, catalanes, alemanes o griegos. Sin una trama federalizante e integradora las cuentas (las de verdad) no salen. Pongamos el caso alemán para no herir más susceptibilidades. El poderoso estado germano pretende exprimir financieramente a España, disponer de los recursos humanos de nuestro país para obtener productos de calidad fabricados a muy bajo coste (como en China pero en bueno) y de paso quedarse con nuestros jóvenes mejor preparados, cuya formación nos ha costado un huevo. Bueno, pensarán algunos, para eso hemos estado durante años recibiendo buen dinero germano en forma de subvenciones y préstamos. Cierto. Mas también es verdad que mucho de ese dinero volvió a su origen tras la compra de bienes de equipo, automóviles y trajes de Hugo Boss.
Me pregunto qué dirían los alemanes si, para ahorrar, obligásemos a sus abuelos (esos cientos de miles que viven en la cálida España) a pagar al contado la atención médica, las operaciones de cadera, los baipases; que apoquinasen cada euro, y luego ya se lo reintegraría su propio sistema de cobertura sanitaria. Por ejemplo.
Todo esto, lo sé, es hablar por no callar. Mientras, en Gran Bretaña se prepara el referéndum escocés. Ha sido negociado y acordado sin las histerias que nos gastamos aquí y tendrá un planteamiento claro: independencia, sí o no, en vez de las pregunta trampa que maquina Mas para el suyo.
Los nacionalistas escoceses confían en el petróleo del Mar del Norte. Aun así no las tienen todas consigo. En la propia Alemania la economía se está parando. Somos interdependientes.
FUENTE:http://www.elperiodicodearagon.com/noticias/opinion/el-independiente_799369.html
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