Lo importante no es si Rajoy miente, sino si la gente le cree, y la cosa no pinta nada bien
La mayor parte de la gente se sorprendería de que se pueda mentir
diciendo la verdad, pero resulta que lo que califica al mentiroso es la
intención de engañar, y muy bien puede alguien tratar de engatusarnos
diciendo cosas verdaderas. Si partimos de esta base es difícil admitir
que exista un político que no sea un poco mentiroso: no llegaría muy
lejos, es de temer. Además de que suela presentarse como muy conveniente
para los propios intereses, la posibilidad de mentir se apoya en el
hecho de que la mentira puede llegar a ser perfecta, primero porque
mucha gente no se entera nunca de nada, pero también porque cada vez es
más difícil comprobar cualquier cosa, o sea que pasa lo que Rajoy le ha
dicho a Bloomberg, que hay ciertas afirmaciones que son completamente
indemostrables, aunque lo malo es que pueden ser harto verdaderas.
A Rajoy le están acusando de haber mentido, y no estaría mal si eso
pudiere significar un propósito de enmienda colectivo en políticos de
bando y bancada que son auténticos especialistas. Sin embargo, no me
parece que el empacho de virtud contra la mentira de Rajoy oculte otra
cosa que un ataque a Rajoy, aprovechando que es lo que gusta, pero hay
que reconocer que el presidente lo pone relativamente fácil porque
experimenta ataques de sinceridad que ponen de los nervios a su
abundante equipo de expertos, siempre partidarios de un tono gris
marengo, o delicadamente pardo, en las comparecencias del líder. Y claro
un tipo que es sincero diciendo que hay cosas indemostrables o que no
se puede hacer nada, da la sensación de que está cierto de saber cosas
que nadie más va a poder asegurar o de hacer cosas que nadie sabrá nunca
que se han hecho.
En esto, Rajoy, más que gallego parece inglés, un tipo dado a las
paradojas, y eso siempre resulta mosqueante en un presidente de
Gobierno. No crean que exagero: cuando todo el mundo habla de que
estamos a punto de salir, a Rajoy se le escapa una distinción entre
final de la recesión y final de la crisis que deja a los optimistas a
los pies de los caballos y, en este caso, es seguro que no mentía porque
decía una verdad como un castillo, algo que saben todos los economistas
y que pretenden disimular todos los políticos que tienen interés en que
creamos que ya estamos llegando a Pénjamo, ya brillan sus lindas
cúpulas... como en la canción de Rubén Méndez que cantaba Pedro Infante.
Lo importante no es si Rajoy miente, sino si la gente le cree, y la
cosa no pinta nada bien para su estrella. Él ha dicho que es un
especialista en ir contra corriente, o algo así, pero su mala fama dice
lo contrario, que le gusta flotar sobre las aguas, deslizarse por lo
fácil, pero ahora puede que no se de cuenta de que al final de esta
pendiente lo único que hay es un despeñadero, y que no vale con
engañarse.
fuente: http://www.intereconomia.com/columna/mentiras-indemostrables
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