ENTREVISTA
"A estas alturas no sé realmente lo que es la democracia"
Tim Robbins presenta en el Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá su versión del clásico de George Orwell '1984'
The Actor's Gang, el grupo teatral que dirige el actor Tim Robbins debutó anoche en el Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá con su versión del clásico de George Orwell 1984.
Una representación densa, correosa y dura basada fundamentalmente en el
poder de los actores, sin ninguna concesión a los juegos escénicos y
las distracciones. Hay en esta obra un mensaje político y social que
Robbins cree que "evoluciona con el tiempo". La estrenó en 2006 en Los
Ángeles, cuando todavía George W. Bush era presidente del Gobierno de su
país, pero dice que la vigencia del texto crece día a día. En 2009 la
representó en España, (en Madrid, Barcelona y Vitoria), momento del que
guarda muy grato recuerdo. El día siguiente de la liberación por parte de las FARC de 10 militares y policías secuestrados durante más de 14 años, su puesta en escena en Bogotá cobra una actualidad un tanto inquietante.
Pregunta. ¿Tan vigente cree que sigue esta obra de Orwell escrita en 1949?
Respuesta. En Barcelona la representamos en el mismo teatro en las Ramblas donde George Orwell, desde una torre del edificio, combatió al fascismo de Franco con un fusil en la mano. Él fue brigadista internacional en la Guerra Civil Española y escribió una obra en la que habla de luchar contra cualquier tipo de opresión venga de donde venga. Después de nuestra gira por España nos dimos cuenta de que el público la acogió de una forma muy enérgica. Todo el mundo sabía lo que significa vivir bajo la opresión y la dictadura. Eso hizo que el público español se enfrentara a mi propuesta de una forma muy visceral y emocionante.
P. ¿Pero no cree que las cosas han cambiado de 1949 hasta aquí?
R. La situación actual es casi peor que la que describe Orwell en su libro. La gente hoy en día, por ejemplo, ha optado por renunciar a su privacidad. Todos vamos con un aparato de localización encima a todas horas. (Lo dice enseñando su teléfono móvil). Nosotros mismos le permitimos al Gran Hermano tener el poder. Cada vez que no dices o haces algo porque crees que puedes tener problemas por hacerlo, le estamos dando el poder. El poder, el control se consigue con intimidación y miedo. Y uno de los lugares por los que recibes ese mensaje de odio e intimidación es la tele. Constantemente estamos recibiendo mensajes para vivir en el odio.
P. ¿Las cosas ahora están peor?
R. El texto de Orwell es mucho más relevante ahora que cuando fue escrito. Uno de sus capítulos titulado La guerra es paz habla perfectamente de la situación actual. Es cierto que existen totalitarismos en los que no hay libertad. Pero en algunas democracias, casi todas, los ciudadanos eligen y votan a personas que tienen relaciones o intereses en corporaciones. Así ocurrió en Estados Unidos con George W. Bush. Y cuando un gobernante intuye que puede perder el poder siempre va a intentar mantenerse en el sillón. Es ahí donde entra la propaganda.
P. ¿Ha empezado a dejar de creer en la democracia?
R. A estas alturas, no sé lo que es la democracia realmente. Sé lo que es el ideal de democracia. Pero, ¿se puede pensar en estos momentos en un solo país en el que realmente sea la voluntad de la gente la que gobierne? ¿Se puede pensar en algún gobierno democrático que realmente esté legislando para terminar con las diferencias entre ricos y desfavorecidos?... No estoy seguro. Me gustaría que los que tienen el poder encontrasen el límite entre lo que se puede hacer y lo que no. Para mi un límite claro está en la censura y la opresión. Un límite claro está en encarcelar a gente que no opina como el poder quiere que piense. En Latinoamérica es algo que ocurre generalizadamente. Y me da igual que quien esté en el poder sea de izquierdas o de derechas. No creo que pudiera manifestar mi apoyo a ninguno de esos gobiernos aunque se digan democráticos.
P. ¿Qué otros efectos drásticos ha tenido la obra de Orwell en usted en estos seis años en que lleva representándola?
R. He hecho un experimento desde los últimos tres años. Me deshice de mi televisor. Ya no veo la tele. En la obra hay algo que los ciudadanos han de hacer delante de sus pantallas: mantener sus dos minutos de odio. Yo me descubrí teniendo mis dos horas de odio contra Bush frente a mi televisor todos los días y decidí que tenía que dejar de odiar. Me di cuenta de que fueras de la opción política que fueras, te sentabas delante del televisor a odiar. Y el odio genera división y mientras estemos divididos los que gobiernan serán más fuertes. Ellos fomentan la división porque saben que esa situación juega a su favor. Se mantendrán en el poder mientras los ciudadanos estemos divididos. Así que rechazo mis dos minutos de odio, rechazo la idea de odiar a nadie.
P. ¿Entonces cree que vivimos en un sistema basado fundamentalmente en el odio?
R. El negocio de dividir a la gente es algo muy cínico y cruel. En el momento en que uno dice estar en contra de un totalitarismo fascista, por ejemplo, pasa a ser calificado inmediatamente como comunista, radical de izquierdas... Y por supuesto no puede haber nada más alejado de la verdad. Se trata de mantener a la gente dividida y hay auténticos profesionales a sueldo de los gobiernos especializados en mantener esa división. Yo estoy en contra de cualquier forma de opresión venga de donde venga.
P. Estando en Colombia, ¿cómo valora el hecho de que las FARC hayan puesto en libertad a 10 secuestrados y hayan comunicado su intención de abandonar totalmente el secuestro que ellos llaman de extorsión por dinero?
R. No conozco muy bien el caso. No sé muy bien quiénes son las FARC ni lo que piden ni dónde se sitúan políticamente. Pero, en 1984 el rebelde es Goldstein y ejerce una función en esa sociedad. Nunca lo eliminan. Es una amenaza constante. ¿Qué función cumplen los grupos guerrilleros? ¿Son realmente un mecanismo para mantener a cierta parte de la población alerta y encabronada? ¿La actuación de cualquier grupo terrorista cumple la función de enfurecer a cierta parte de la población con el único propósito de legitimar determinadas actuaciones de los Gobiernos? No lo sé. Solamente dejo esas cuestiones en el aire. En 1984 se habla de una guerra que nunca termina y que siempre está a punto de terminar y el protagonista llega a poner en duda que esa guerra no sea otra cosa que una invención propagandística mantenida por los que están en el poder.
P. Parece que su visión del mundo no es muy optimista que digamos, ¿No?
R. No. En absoluto. Soy muy optimista. El movimiento Occupy Wall Street está cumpliendo una función de esperanza absoluta en el mundo. Comenzó con la Primavera Árabe y las protestas en España con el movimiento 15-M. Han conseguido ser el punto crítico real de muchas perversiones de occidente. Es algo que era inimaginable hace 20 años. Internet está logrando que caigan barreras culturales y físicas entre sociedades de todo el mundo. Está creando una democracia real en una comunidad mundial unida que se queja y quiere luchar contra los mismos abusos que sufren en sus vidas diarias. Por primera vez, nos estamos dando cuenta del poder real que tiene la unión de gente organizada para protestar. Un gran poder que no ha hecho más que comenzar. La gente tiene dentro de sí el sentido de rechazo contra lo injusto y soy optimista. Quiero ser optimista en esa unión por el cambio real.
P. ¿En serio cree que los movimientos de indignados de todo el mundo pueden ganar la batalla?
R. Creo que ese grupo de gente organizada para hacer preguntas y exigir respuestas es un síntoma de salud impresionante en una sociedad democrática. Es algo que tiene que ocurrir y si no ocurre es que algo está mal. Pero, ¿cuál es la definición de ganar? Realmente ya lo han hecho. Han logrado cambiar el foco. Ahora en Estados Unidos todos los medios de comunicación saben qué es eso del 99 por ciento y hablan de ello, de las tremendas desigualdades sociales que ha generado el sistema tal y como lo conocemos. Los indignados han logrado cambiar la discusión. Ahora lo importante es la enorme distancia que separa a los ricos de los pobres y que un gran país no debería soportar bajo ningún concepto. Más y más gente ha tomado conciencia de ello y se lo debemos a los indignados. Tal vez no se hayan solucionado problemas. Pero el cambio de mentalidad del ciudadano en general está llegando a ser muy importante. Tanto que, estoy seguro, terminará por tener su reflejo.
FUENTE:http://cultura.elpais.com/cultura/2012/04/04/actualidad/1333561732_226088.html
Pregunta. ¿Tan vigente cree que sigue esta obra de Orwell escrita en 1949?
Respuesta. En Barcelona la representamos en el mismo teatro en las Ramblas donde George Orwell, desde una torre del edificio, combatió al fascismo de Franco con un fusil en la mano. Él fue brigadista internacional en la Guerra Civil Española y escribió una obra en la que habla de luchar contra cualquier tipo de opresión venga de donde venga. Después de nuestra gira por España nos dimos cuenta de que el público la acogió de una forma muy enérgica. Todo el mundo sabía lo que significa vivir bajo la opresión y la dictadura. Eso hizo que el público español se enfrentara a mi propuesta de una forma muy visceral y emocionante.
P. ¿Pero no cree que las cosas han cambiado de 1949 hasta aquí?
R. La situación actual es casi peor que la que describe Orwell en su libro. La gente hoy en día, por ejemplo, ha optado por renunciar a su privacidad. Todos vamos con un aparato de localización encima a todas horas. (Lo dice enseñando su teléfono móvil). Nosotros mismos le permitimos al Gran Hermano tener el poder. Cada vez que no dices o haces algo porque crees que puedes tener problemas por hacerlo, le estamos dando el poder. El poder, el control se consigue con intimidación y miedo. Y uno de los lugares por los que recibes ese mensaje de odio e intimidación es la tele. Constantemente estamos recibiendo mensajes para vivir en el odio.
P. ¿Las cosas ahora están peor?
R. El texto de Orwell es mucho más relevante ahora que cuando fue escrito. Uno de sus capítulos titulado La guerra es paz habla perfectamente de la situación actual. Es cierto que existen totalitarismos en los que no hay libertad. Pero en algunas democracias, casi todas, los ciudadanos eligen y votan a personas que tienen relaciones o intereses en corporaciones. Así ocurrió en Estados Unidos con George W. Bush. Y cuando un gobernante intuye que puede perder el poder siempre va a intentar mantenerse en el sillón. Es ahí donde entra la propaganda.
P. ¿Ha empezado a dejar de creer en la democracia?
R. A estas alturas, no sé lo que es la democracia realmente. Sé lo que es el ideal de democracia. Pero, ¿se puede pensar en estos momentos en un solo país en el que realmente sea la voluntad de la gente la que gobierne? ¿Se puede pensar en algún gobierno democrático que realmente esté legislando para terminar con las diferencias entre ricos y desfavorecidos?... No estoy seguro. Me gustaría que los que tienen el poder encontrasen el límite entre lo que se puede hacer y lo que no. Para mi un límite claro está en la censura y la opresión. Un límite claro está en encarcelar a gente que no opina como el poder quiere que piense. En Latinoamérica es algo que ocurre generalizadamente. Y me da igual que quien esté en el poder sea de izquierdas o de derechas. No creo que pudiera manifestar mi apoyo a ninguno de esos gobiernos aunque se digan democráticos.
P. ¿Qué otros efectos drásticos ha tenido la obra de Orwell en usted en estos seis años en que lleva representándola?
R. He hecho un experimento desde los últimos tres años. Me deshice de mi televisor. Ya no veo la tele. En la obra hay algo que los ciudadanos han de hacer delante de sus pantallas: mantener sus dos minutos de odio. Yo me descubrí teniendo mis dos horas de odio contra Bush frente a mi televisor todos los días y decidí que tenía que dejar de odiar. Me di cuenta de que fueras de la opción política que fueras, te sentabas delante del televisor a odiar. Y el odio genera división y mientras estemos divididos los que gobiernan serán más fuertes. Ellos fomentan la división porque saben que esa situación juega a su favor. Se mantendrán en el poder mientras los ciudadanos estemos divididos. Así que rechazo mis dos minutos de odio, rechazo la idea de odiar a nadie.
P. ¿Entonces cree que vivimos en un sistema basado fundamentalmente en el odio?
R. El negocio de dividir a la gente es algo muy cínico y cruel. En el momento en que uno dice estar en contra de un totalitarismo fascista, por ejemplo, pasa a ser calificado inmediatamente como comunista, radical de izquierdas... Y por supuesto no puede haber nada más alejado de la verdad. Se trata de mantener a la gente dividida y hay auténticos profesionales a sueldo de los gobiernos especializados en mantener esa división. Yo estoy en contra de cualquier forma de opresión venga de donde venga.
P. Estando en Colombia, ¿cómo valora el hecho de que las FARC hayan puesto en libertad a 10 secuestrados y hayan comunicado su intención de abandonar totalmente el secuestro que ellos llaman de extorsión por dinero?
R. No conozco muy bien el caso. No sé muy bien quiénes son las FARC ni lo que piden ni dónde se sitúan políticamente. Pero, en 1984 el rebelde es Goldstein y ejerce una función en esa sociedad. Nunca lo eliminan. Es una amenaza constante. ¿Qué función cumplen los grupos guerrilleros? ¿Son realmente un mecanismo para mantener a cierta parte de la población alerta y encabronada? ¿La actuación de cualquier grupo terrorista cumple la función de enfurecer a cierta parte de la población con el único propósito de legitimar determinadas actuaciones de los Gobiernos? No lo sé. Solamente dejo esas cuestiones en el aire. En 1984 se habla de una guerra que nunca termina y que siempre está a punto de terminar y el protagonista llega a poner en duda que esa guerra no sea otra cosa que una invención propagandística mantenida por los que están en el poder.
P. Parece que su visión del mundo no es muy optimista que digamos, ¿No?
R. No. En absoluto. Soy muy optimista. El movimiento Occupy Wall Street está cumpliendo una función de esperanza absoluta en el mundo. Comenzó con la Primavera Árabe y las protestas en España con el movimiento 15-M. Han conseguido ser el punto crítico real de muchas perversiones de occidente. Es algo que era inimaginable hace 20 años. Internet está logrando que caigan barreras culturales y físicas entre sociedades de todo el mundo. Está creando una democracia real en una comunidad mundial unida que se queja y quiere luchar contra los mismos abusos que sufren en sus vidas diarias. Por primera vez, nos estamos dando cuenta del poder real que tiene la unión de gente organizada para protestar. Un gran poder que no ha hecho más que comenzar. La gente tiene dentro de sí el sentido de rechazo contra lo injusto y soy optimista. Quiero ser optimista en esa unión por el cambio real.
P. ¿En serio cree que los movimientos de indignados de todo el mundo pueden ganar la batalla?
R. Creo que ese grupo de gente organizada para hacer preguntas y exigir respuestas es un síntoma de salud impresionante en una sociedad democrática. Es algo que tiene que ocurrir y si no ocurre es que algo está mal. Pero, ¿cuál es la definición de ganar? Realmente ya lo han hecho. Han logrado cambiar el foco. Ahora en Estados Unidos todos los medios de comunicación saben qué es eso del 99 por ciento y hablan de ello, de las tremendas desigualdades sociales que ha generado el sistema tal y como lo conocemos. Los indignados han logrado cambiar la discusión. Ahora lo importante es la enorme distancia que separa a los ricos de los pobres y que un gran país no debería soportar bajo ningún concepto. Más y más gente ha tomado conciencia de ello y se lo debemos a los indignados. Tal vez no se hayan solucionado problemas. Pero el cambio de mentalidad del ciudadano en general está llegando a ser muy importante. Tanto que, estoy seguro, terminará por tener su reflejo.
FUENTE:http://cultura.elpais.com/cultura/2012/04/04/actualidad/1333561732_226088.html
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